Logroño 1936.
Lo que sabemos. 3ª parte.
El 20 de julio, de madrugada, llega a la prisión de Logroño una orden de traslado de prisioneros. Se trata de los primeros detenidos de la sublevación militar en la ciudad, los que figuran en la lista que Mola y sus secuaces llevan meses urdiendo para despejar el camino cuando el general desde Pamplona, se decida a asaltar el Gobierno de la República en Madrid.
En la prisión logroñesa, los detenidos, suben a la caja de un camión a culatazos de fusil. Uno de ellos, es Don Basilio Gurrea Cárdenas, Alcalde de Logroño. Los llevan a Pamplona, a contracorriente de una interminable columna de soldados y artillería que se abalanza sobre Logroño.
Vaciados los poderes públicos, los sediciosos se disponen a usurparlos. No es un asunto que deba retrasarse, así que un sólo día después, a las 5 de la tarde, acuden al salón de plenos del palacio de los Chapiteles de la calle de la República, sede del ayuntamiento logroñés, falangistas, carlistas de varias facciones, militantes de la CEDA, y elementos de la burguesía para disputarse la dirección de una junta gestora que maneje los asuntos municipales
Preside un capitán de artillería, que impone la unanimidad y la elección de Julio Pernas. Un falangista que durante 20 años será la personificación del franquismo en la ciudad de Logroño.
Mientras se subasta la vara municipal, Basilio Gurrea continúa secuestrado en las mazmorras de Pamplona. Así pasará 10 días más. Pocos detalles conocemos de su cautiverio, sí que en su Logroño huérfano de su Alcalde, noche tras noche, una tras una, serán asesinadas 29 personas. Casi todas jóvenes por debajo de la treintena, el más Antonio López Rojas, de Rodezno, de 16 años.
La checa blanca sigue reuniéndose sin importarles la hora, ni el calor. Están preocupados. El insensato desfile de Mola a Madrid ha descarrilado y les toca asegurarle la retaguardia. Para aumentar las complicaciones, les devuelven desde Pamplona a Don Basilio Gurrea.
Su vida para ellos ya no tiene más valor que conseguir con su muerte, corriendo de boca en boca por toda la ciudad, advertir a todo el mundo. Si asesinan así, impunemente al mismo Alcalde, qué no harán con el que quieran. El 4 de agosto escriben su nombre en la lista de la saca de esa noche. Según el testimonio de Patricio Escobal, Julio Pernas, el alcalde golpista, es habitual entre ellos.
Papel abordo, la camioneta marcha de noche por las calles desiertas, silenciosas. Sus pasajeros, atiborrados de vino, pregonan bien alto su labor asesina. Es un acto más de su siniestra actuación nocturna. ¡Que se entere todo el mundo!. Desde las mazmorras, se les siente llegar embistiendo como una fiera. El portón se abre. Desciende el escuadrón de la muerte al mando de un sargento de la guardia civil. Los pasos, los correajes y los fusiles resuenan por la galería. Es el prólogo de la muerte. No les basta con asesinar.
Se leen 3 nombres, el de Basilio Gurrea, el de su vecino y amigo el Doctor Ricardo Vallejo, y el del abogado Luciano Mendi. En la camioneta se juntan con un muchacho del que nunca sabremos su nombre. A los 4 los atan con cuerdas de las que se usan para los haces de mieses, es el billete de un viaje corto sin vuelta.
La camioneta marcha por donde ha venido, acelerando, dando tumbos, adentrándose con su eco de muerte por las calles enmudecidas. Las familias con detenidos ruegan para que sus maridos, sus padres, sus hermanos no vayan en ella. Esta noche se aleja cruzando el puente hacia las tapias del cementerio, los asesinos han elegido uno de sus largos e interminables paredones.
Desde los centros de detención de la Industrial y el Beti Jai se escuchan los disparos. Primero una salva que dura unos pocos segundos, después, uno a uno, 4 más. Pasa un rato, parece que nunca va a amanecer.
“Han ingresado los camilleros de la cruz Roja en el depósito del cementerio municipal de esta capital a las 8 y 15 minutos del día 5 de agosto los cadáveres de Dn Basilio Gurrea Cárdenas. De Dn Ricardo Vallejo médico municipal. De Dn Luciano Máximo de Mendi abogado, y otro de pelo rubio que al parecer es un albañil de Logroño.
Lo que pongo a su conocimiento para los efectos.
Dios guarde a Vd muchos años.
Logroño 5 de agosto de 1936.
El administrador del cementerio de Logroño
Santiago S. López”
La comunicación llega al juzgado. El juez de instrucción, un agente judicial y un médico forense se dirigen al cementerio. Según órdenes deben comunicar el enterramiento de los cadáveres que vayan “apareciendo”, “detallando”a la autoridad militar, si los informantes pertenecen “... a los servicios auxiliares del ejército, tales como falange española,CEDA, requetés, etc. etc..”
La máquina de escribir traslada a golpe de letra lo que acontece en esa horrible estancia…
“… el juzgado se constituye en el depósito del cementerio municipal, en donde se hallan los 4 cadáveres a los que se refiere la comunicación.
Por los vecinos de esta ciudad D. Jacinto Garrigosa Ceniceros, y D. Pedro Alonso Palomares, mayores de edad, fueron identificados 3 de aquellos cadáveres que resultaron ser el de D. Basilio Gurrea Cárdenas de 61 años de edad, natural de Logroño, el de D. Ricardo Vallejo Balda de 58 años de edad, natural de Logroño, y el D. Luciano Máximo de Mendi y Avellanosa, natural de Santo Domingo de la Calzada. Todos ellos vecinos de Logroño.
Como no pudiere ser identificado el otro cadáver a que se refiere la anterior comunicación, se hizo constar que dicho cadáver es de un hombre, al parecer de oficio albañil, de unos 30 a 35 años de edad, que viste una gabardina blanca con la que se envolvía los píes, pantalón mil rayas, pelo rubio, picado de viruelas por la cara, y lleva un pañuelo con pintas negras …”
Se incluye en el acta el nombre de Jacinto Garrigosa Ceniceros. Está ahí porque conoce bien a los muertos, a todos, excepto al que tiene los píes atados con una gabardina en pleno agosto.
Con uno de ellos, le unen vínculos familiares. Basilio Gurrea es su consuegro desde que unas semanas antes se casara el primogénito del Alcalde con una hija de este acaudalado comerciante. Jacinto Garrigosa además de todo eso es uno de los principales promotores del golpe de estado en Logroño. Patricio Escobal lo sitúa en ese escenario…
“…Una de las primeras tardes del alzamiento militar fascista se presentó en la finca de Amancio Cabezón, … una patrulla falangista mandada por Jacinto Garrigosa, … , con órdenes del comité provincial de Falange de capturarle vivo o muerto.”
Antes de que se finalicen las diligencias, y el juez con su séquito abandone el cementerio, llegan desde la Grajera 8 cadáveres más. A éstos nadie los conoce. El agente judicial carga la máquina de escribir, y vuelve a teclear.
Cuando terminan es ya tarde avanzada, al día siguiente serán enterrados los 12. Don Basilio Gurrea Cárdenas a las 11.45 en la vía principal del Nuevo, panteón 86. No sabemos si Jacinto Garrigosa fue a su entierro. Hoy, 85 años después, sigue en su tumba desafiante el reloj de arena alado, símbolo de la fugacidad de la vida, y de la sublimación eterna.