A las 9 de la mañana del domingo 19 de julio de 1936, desde la emisora de Radio Rioja tomada por los militares sediciosos se declara el estado de guerra. El ejército y las milicias civiles compuestas de falangistas y requetés comienzan a desplegarse por toda la provincia.
Los primeros detenidos son los militares que permanecen leales al gobierno democrático de la República. Oficiales, suboficiales y soldados, en un número que no podemos determinar, adscritos al Regimiento Bailén, al 12 Ligero de Artillería o a la Maestranza de Aviación de Recajo entran en los calabozos del cuartel de la avenida del General Espartero, actual avenida de La Paz. De algunos, conocemos sus nombres por figurar en las listas de traslado de prisioneros de Logroño hasta el fuerte de San Cristóbal en Pamplona los días posteriores. De otros, caso del aviador Teniente Terán, sólo nos han quedado su breve apelativo, y su figura alta y sonriente en una fotografía de grupo en El Espolón. De casi todos desconocemos su destino final. El castillo navarro los engulló. De unos pocos, tenemos la certeza de su asesinato gracias a testimonios, por desgracia ni sabemos el lugar ni como fueron inhumados.
Los militares golpistas, una vez anulada la resistencia en los establecimientos militares, prosiguen su siniestra labor en la sociedad civil. El gobernador civil Adelardo Novo, el alcalde Basilio Gurrea, el teniente coronel de la Guardia Civil Manuel Fernández Valdés, el jefe de la Policía Municipal Alberto Herce, el dirigente de Izquierda Republicana Miguel Bernal Garijo, los 3 hermanos y obreros sindicalistas Vitorica Lázaro, los abogados Luciano Mendi y Julián Rupérez Salas, entre otros, serán detenidos poco después.
El día siguiente, el 20 de julio, después de una noche viajando desde Pamplona llega de madrugada una columna de artillería de campaña compuesta de más de 150 camiones y 1.000 hombres. La tenaz resistencia que mantienen algunos obreros desde los tejados de la fábrica de tabacos, es barrida de inmediato con la fuerza destructiva de los obuses. Las detenciones aumentan. Comienzan a llegar a Logroño prisioneros de las localidades más cercanas.
Escolapios Logroño
De la noche a la mañana, Logroño se transforma. Los colegios de los hermanos Maristas y de los Escolapios se convierten en cuarteles y centros de detención. La escuela Industrial y el frontón Beti Jai en cárceles de cientos de prisioneros a la espera de clasificación. De ello se encarga la “checa blanca”, una reunión de alimañas, integrada por civiles, militares, carlistas, falangistas, policía y guardia civil, que pondrá en práctica los planes de Mola de usurpar el poder mediante el asesinato y el terror. Ellos decidirán sobre la vida o la muerte de miles de riojanos durante el verano y el otoño de 1936.
Las Escuadras de la muerte actúan como su brazo ejecutor. Todas las noches de saca se encargarán de teñir de sangre los alrededores de Logroño. El mismo día 20 termina con numerosas víctimas, en Logroño al menos 15.
Al día siguiente, el 21, de mañana, Mola visita Logroño, una ciudad que conoce bien, quizás, demasiado bien. Para hacernos una idea basta con saber que sus dos hermanas están enterradas en su cementerio. Toda La Rioja está ya bajo su poder. Para celebrarlo organiza un concierto baile vespertino en el Espolón, la música termina a la hora del toque de queda, las 8 de la tarde. En las cárceles se aguarda a la saca.
El día 22, las personas detenidas y hacinadas en las cárceles improvisadas son varios centenares. El número de asesinados también aumenta. El capitán Emilio Bellod, gobernador civil al mando, miembro de la Checa Blanca da permiso para que se entierren los cadáveres que se van acumulando en la morgue del hospital provincial, y del cementerio. Se anotan las primeras inhumaciones de víctimas en el registro del cementerio. Se trata de algunos de los asesinados el día 20. Serán las primeras víctimas de la sedición fascista de 1936 sepultados en el camposanto logroñés. Los primeros de 400.
La gran mayoría serán sepultados en la zona reservada a los entierros de caridad del denominado Cementerio Nuevo. 6 grandes rectángulos de 552 sepulturas distribuidas en 46 hileras de 12 tumbas cada una excavadas en tierra. El resto, poco más de 20, en nichos y panteones.