Las mujeres

Hay noches de agosto en las que nunca acaba de refrescar. Noches en las que el Ebro se estrecha entre los puentes y sus aguas desaparecen bajo el croar de las ranas. Noches de verano en las que no se pueden cerrar las ventanas, en las que todo se hace insoportable. Nunca como en aquel agosto de 1936 hubo tantas noches insoportables en Logroño. 210 hombres y mujeres perecieron antes de alcanzar el amanecer.

En el Beti Jai  los focos de la cancha se encargan de que nunca llegue la noche, y los estrechos ventanucos de las plantas superiores no se pueden abrir. Cuando los carceleros ordenan, los presos se tumban en colchonetas de paja, levantando una densa espesura de polvo que se aleja hacia el cielo iluminado de la techumbre como si fuera un espectro gigante que anuncia la muerte.

En el Beti Jai, y en el resto de cárceles, también hay mujeres.  A penas se las ve, están en zonas separadas, pero cuando llega la hora, la saca es para todos, hombres y mujeres.

Frontón Beti Jai

La primera que recogen los camilleros de la Cruz Roja por muerta violenta y enterrada en el cementerio municipal es Nieves González Roldán, de 72 años, de Mendavia. Poco más sabemos de ella. Tampoco de Encarnación Ferrero Viejo, ni de María Benito de la Concepción, dos logroñesas que mueren en el Hospital a comienzos de agosto en extrañas circunstancias.

El día 20 de agosto, entre los 19 cadáveres que abarrotan el depósito, está el de una mujer. El secretario judicial escribe al dictado del forense:

“…una mujer de unos 50 años de edad que carece de documentos, y que la Cruz Roja la reconoció como perteneciente a D/ Felisa Vidaurreta, de Logroño.” 

A Felisa Vidorreta parece, todo el mundo la conoce, los camilleros, y el forense también. No tienen dudas de su identidad. No necesitan más detalles. La mañana avanza y quedan 18 cadáveres más que inscribir.

Nos han quedado pocos detalles de la vida de Felisa Vidorreta. Nos han llegado algunas notas de prensa, testimonios de sus compañeras de cautiverio, su cita en “Las Sacas” de Escobal… Sabemos que tenía 46 años, que era profesora de Pedagogía en la escuela Normal de Maestras de Logroño, y que en las elecciones de febrero de 1936 hizo campaña a favor del Frente Popular. También que fue enterrada en el cuadro segundo, hilera séptima, tercera sepultura, y que al año de su muerte, sus asesinos se tomaron el trabajo de redactar un extenso expediente de responsabilidades políticas en el que se le acusa de pertenecer a la Asociación de Trabajadores de la Enseñanza de UGT, y colaborar con la Asociación Pro Infancia Obrera, dedicada al cobijo de niños huérfanos. A éstos delitos, se le suma la inmoralidad de defender el derecho a una educación igualitaria para ambos sexos. Muerta, se le imponen una multa de 50.000 pesetas.

Dos días después, el 22 de agosto, llega al depósito el cadáver de Doña Luisa Marín Lacalle.  Su cuerpo ha aparecido en La Grajera junto al de Doña Carmen Villar Aguado.

“… el cadáver de una mujer de unos 50 años de edad, que viste bata de colores, medias, zapatillas marrones y que la Cruz Roja le recogió un pañuelo blanco y un par de pendientes, y fue identificada por los camilleros como perteneciente a la operaria de la fábrica de tabacos Luisa Marín, vecina de Logroño.”

 “…otra mujer de unos 36 años de edad, que viste vestido azul, medias y zapato blanco, y que la Cruz Roja la identificó diciendo pertenecía a la operaria de la fábrica de tabacos de Logroño Carmen Villar.”

Luisa y Carmen son dos mujeres sindicalistas en un mundo de obreros. Luisa dirige la Unión Tabaquera, afín a la UGT, Carmen el Gremio de Cigarreras, de la CNT. Han pasado su infancia, su juventud en la fábrica, luchando por conseguir una jornada de 8 horas, por el derecho de amamantar a sus hijos, por fundar una cooperativa de consumo. Las dos pasan sus últimos días en la misma celda, y las dos mueren por lo mismo, por defender los derechos de las mujeres trabajadoras. Así seguirán, juntas, compañeras, para siempre.

Empleadas logroñesas de Tabacalera fotografiadas por Estampa 1928, entre ellas Luisa Marín
Segunda Arpón

Cuatro días después, con apenas 20 años, dos muchachas que creen en un mundo mejor, Segunda Arpón y Juana Moreno, morirán acribilladas en las tapias del cementerio. Sus asesinos dirán que son comunistas. Pilar Díez Bazo está con ellas en la misma celda. Muchos años después, con 91 años, relata como si todo hubiera sucedido el día anterior aquella noche terrible.

 “Segundita salió a morir de la cárcel el día que cumplía 20 años, con el vestido rojo que llevaba. Los pasteles se quedaron en la celda. Era muy dicharachera y miraba por la mujer y sus derechos. No estuvo mucho tiempo presa… Aquella noche se la llevaron con su amiga Juana Moreno.

Juanita Moreno me dio una estrella de 5 puntas para que se la entregara a su madre. Cuando salí no pude hacerlo porque a aquella mujer también le habían matado un hijo, Domingo, y se había vuelto loca. Estaba internada en alguna parte. “

Serán enterradas en el cuadro segundo, en la hilera décima, en las sepulturas octava y novena, muy cerca, casi al lado de la sepultura de Domingo Moreno Gil, el hermano de Carmen, que lleva dos días enterrado en la hilera anterior.

Conservamos su descripción en la correspondiente acta judicial de ingreso en el depósito de cadáveres.

“…una mujer que viste un vestido de pana encarnado rayado colores, con cuellos y mangas de seda encarnada, sin medias, con zapatos grises con aplicaciones marrón; la Cruz Roja le encontró un pañuelo y un papel a nombre de Segunda Arpón González de Logroño. Otra mujer que viste un vestido negro con medias negras transparentes, sandalias negras piso de goma; la Cruz Roja le recogió un pañuelo y un papel a nombre de Juana Moreno Gil de 20 años, de Logroño.”

A Otilia Fernández-Maeztu Bernedo, la entierran el 29 de agosto en la “Vía circunvalación lado de la puerta, panteón número 71”. Tiene 29 años, y una hija pequeña. Es maestra, está afiliada a Izquierda Republicana, y a la Federación Española de Trabajadores de la Enseñanza de UGT. Antes de ejercer en Logroño, ha sembrado la semilla de su magisterio en Nieva y Ortigosa. Muere en La Grajera en una noche de agosto.

“… una mujer que viste abrigo corto negro, vestido negro, medias de seda color carne, zapatos blancos con aplicaciones de marrón y que la Cruz Roja la identificó como perteneciente a Otilia Fernández Maeztu de Logroño.”

Nicomedes Marañón Orío y Fermín Merino Arandia, son un matrimonio de Viana con cuatro hijos. Él es un jornalero que pertenece al Sindicato de los Trabajadores de la Tierra de UGT, ella es ama de casa.  A los dos los detienen el 24 de julio. A él lo llevan a la cárcel de Pamplona, a ella a la de Logroño, donde estará hasta la noche del 9 de septiembre.

“… una mujer de unos 32 años, de pelo castaño oscuro, que viste bata negra, viso azul, sin medias alpargatas negras, y que la Cruz Roja le recogió un papel con el nombre de Nicomedes Marañón Orío, y pañuelo de seda y otro pañuelo.”

La monjas de Viana denuncian el abandono de sus 4 hijos e interceden para que Fermín, que sigue preso en Pamplona pueda regresar para hacerse cargo. El 1 de noviembre es liberado y puede abrazarlos. No le permiten nada más, el 3 de noviembre lo asesinan en los alrededores de Viana. Se desconoce su paradero. 4 días después, su hermana, entre el temor y la obligación, denuncia su desaparición en el cuartel de la Guardia Civil, el sargento registra la demanda, apostillando un posible y seguro desenlace.

Rosario Azofra Nájera es de Uruñuela. Tiene 37 años. Está casada y tiene 6 hijos, el más pequeño no llega al año. César del Campo, un mozo de San Asensio en 1936, la recuerda muchos años después.

 “…en Uruñuela, el propio cura salió a la plaza con la pistola al cinto, y fusilaron a 25 personas, no tuvieron piedad ni con una mujer, Rosario Azofra Nájera, …”

El forense, en la mañana del 8 de septiembre, no puede adivinar el color de su pelo, tiene signos evidentes de haber sido torturada antes de su asesinato.

“… una mujer de unos 35 años, con el pelo rapado, viste bata negra con flores blancas, sin medias y con alpargatas negras.”

Dama de Cenicero

Cenicero es la ciudad de la Libertad. Lo conmemora una estatua en medio del pueblo, una Dama que avanza sobre cadenas rotas, coronada de 7 rayos, iluminando el camino hacia la Justicia con la Constitución en su regazo. María Luisa Garabina Olmedo, Marina Argentina García Tourman, y Enriqueta Santamaría Gómez son otras tres Damas de la Libertad de Cenicero.

“… una mujer que viste abrigo negro, jersey azul medias de color bes, zapato negro de charol con tacón alto, y la cruz Roja le recogió un papel a nombre de Luisa Garabina Olmedo de Cenicero.”

“… una mujer con pelo rubio oscuro de unos 23 años que viste chaqueta negra con cuello de piel gris, bata blanca con flores, sin medias, alpargatas blancas, y tiene una verruga en el dedo índice segunda falange, y la guardia civil le recogió un pañuelo, y la guardia civil indicó a cruz Roja que dicha mujer se apellidaba Santamaría, y era conocida la Libertaria de Cenicero.”

Son enterradas los días 10 y 16 de septiembre. Luisa Garabina  es ya viuda de Matías Chavarri, uno de los primeros asesinados de Cenicero. Militar retirado, es apresado el mismo 19 de julio y entregado a las tropas de Escámez que avanzan hacia Alfaro. Su cadáver sigue perdido en una cuneta.

Enriqueta es una conocida sindicalista, la guardia civil la identifica después de su asesinato. En el libro de registro del cementerio, cuando anotan su enterramiento en la casilla donde debe indicarse el lugar de fallecimiento, el administrador escribe literalmente, “la libertaria de Cenicero”.

Con ellas, termina la lista de las mujeres asesinadas y enterradas en el cementerio de Logroño durante el verano de 1936. Una lista que se amplía en La Barranca de Lardero, donde ya sin orden, ni actas judiciales serán enterradas 460 personas. Entre ellas María Argentina la última de nuestras Tres grandes Damas de Cenicero. La primera de las mujeres asesinadas y enterradas en La Barranca…

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