Ahora sé que no vuelves: lo sé en mi carne muerta
a todos los latidos que no traen tu recuerdo,
en la inmovilidad de mis manos febriles,
en el mudo abandono de mi sien resignada.
Lo sé tácitamente con la firme certeza
de lo que nadie puede borrar de nuestra vida,
con la seguridad punzante y destructora
de lo que ningún dios hará retroceder.
Lo sé: ya nadie intenta desclavar de mi pecho
la horrible incertidumbre que sin querer acuno:
es el postrer regalo de tu amor: lo recibo
con las palmas abiertas, iluminadamente.
También sé que vendrá un día en que tu gloria
será la gloria pura del mundo liberado,
un día en que tu sangre derramada en secreto
recogerá las mies de su don decisivo.
Ernestina Champourcín.