Patricio Escobal. Segunda entrega
En París, en el año 1924 se celebraron los VIII Juegos de la Olimpiada de la Era Moderna. De los 111 atletas españoles que participaron, 109 hombres y 2 mujeres, ninguno consiguió medalla, pero entre ellos, en el equipo de “Football”, estaba Perico Escobal, el “Faquir” el primer deportista riojano que participó en unos Juegos Olímpicos.
Un talento formado en las campas de Logroño, donde coincidió con el que sería su cuñado, Don Ramón Castroviejo. Pero eso es otra historia. Una historia de cuando el fútbol era un deporte elitista, vedado a la clase trabajadora, que sólo podía pagar entrada y contemplar el juego.
Perico, o el “Faquir” como se le conocía en el Real Madrid, no llegó a saltar al campo en aquel 25 de mayo de 1924 en París. Asistió a la eliminación de España frente a Italia en primera ronda desde el banquillo. Una circunstancia anecdótica, ya que su participación en el equipo nacional había sido muy reclamada. Con 21 años, una estatura de 1,90, y porte atlético, la prensa deportiva de entonces le consideraba el mejor defensa lateral de España.
Unos años antes, en 2018, Escobal llegaba a Madrid con el pelotón de fútbol en la maleta. Lo suyo debió ser, desempaquetar, echar unos partidos, y fichar por el Real Madrid. Con 19 años, es ya universitario, y debuta en el primer equipo. Eran tiempos de entrenadores ingleses, y de amigos distinguidos, y también del auge de un deporte al que los campos le quedaban pequeños.
Jugar en el Real Madrid en los años 20 del siglo pasado, ante más de 20.000 aficionados, solo reportaba prestigio y acceso a las élites sociales. Los pingües beneficios del negocio quedaban en los bolsillos de sus dirigentes, los aristócratas y oligarcas, que consideraban al balompié una práctica que debía alejarse del contacto del proletariado. A su pesar, aunque siempre en su provecho, el fútbol fue convirtiéndose en un espectáculo de masas, y aquel modelo proteccionista fue derribándose.
En 1928, Patricio Escobal y algunos compañeros más, fundan el primer sindicato de futbolistas del que se tienen noticias, y lo hacen en la “Casa del Pueblo de Madrid”. Un posicionamiento que le acarrearía un aluvión de problemas y vetos. Como ejemplo, su exclusión en la selección convocada para las Olimpiadas de Ámsterdam de 1928.
Su profesión de ingeniero, y su boda con María Teresa Castroviejo, lo traen de vuelta a casa, jugando en el Club Deportivo Logroño una temporada más antes de retirarse, en la que gana el Campeonato Mancomunado de Guipúzcoa, Navarra, Aragón, y Rioja. El mayor éxito de un Club, que en 1940 con la guerra terminada, se transformó en el Club Deportivo Logroñés, conservando los colores de su atuendo, de reminiscencias bilbaínas, y su escudo, el sello de Salomón, de orígenes masónicos. Pero eso también es otra historia…